Lisboa ofrece mucho que hacer y que ver: en el imaginario popular es una ciudad que se ha asociado desde siempre con la melancolía, la famosa ‘saudade’. Una ciudad que invita al paseo hacia los miradores, su vista más característica es, sin duda una de sus numerosas callejuelas atravesadas por el tipico tranvía amarillo, uno de los símbolos de la ciudad. (se inuguró en 1873 y es uno de los medios de transporte preferitos por los lisboetas). Ciudad con fuerte identidad personal, en la que se palpa el paso del tiempo, triste, meláncolica, bella… en cualquier calle puedes toparte con Alberto Caeiro, Ricardo Reis o Álvaro de Campos, los heterónimo de Fernando Pessoa, poeta portugués universal.
Lisboa, Portugal.
Martinho De Arcada: el lugar de Pessoa
Vivió la ciudad intensamente, de la que nunca salió, en palabras de su heterónicmo Soares, al preguntarle el por qué contesto: “He visto todo lo que nunca había visto y ya he visto todo o que todavía no he visto”. Lisboa se convirtió en el gran microcósmo del escritor y poeta, quien pesaba que, para conocer mundo no era necesario viajar. Era un freelancer y trabajaba dos días a la semana, el resto lo dedicaba a beber alcohol y escribir, llevaba una vida asislada. El Tajo era para Pessoa, todos los océanos del mundo, y es que este río está intrínsecamente ligado a la capital de Portugal.
Pessoa vivió en casas diversas a lo largo de su vida y en todas encontrarás un placa donde lo indica, está además su casa museo y es atracción sin lugar a duda los cafes que frecuentaba (Cafe Brasileira) De todo ello me quedo con el restaurante y cafeteràia Martinho De Arcada, en uno de los pórticos de la Plaza del Comercio. Allí permanencen intocable la mesa que prefería el poeta: su tacita de café, su periódico y bloc de notas. Me imaginaba a Pessoa paseándo “Mi paseo es una conversación continua, y todos nosotros, hmbres, casas, piedras, letreros y cielo, somos una gran multitud amiga, que se codea con palabras en la gran procesión del destino”.
En dos ocasiones comí en este restaurante, y siempre tuve la sensación, mirando hacia la mesa en donde solía sentarse, que el poeta estaba ausente, pero que que mañana, tal vez, estaría degustando vino en la mesa para él reservada. En este restaurante, los camareros te muestran de forma natural el alma portuguesa, que es tranquila delicada y poco dada a la discusión innecesaria. Allí degusté el mejor pastel de nata y otros ricos manjares a base de bacalao.

Lisboa es la ciudad de los miradouros, desde donde apreciar preciosas panorámicas. Aurora diluyéndose en oro y azul.
Alfama, el barrio más antiguo de Lisboal
El aeropuerto está cerca de la ciudad y te puedes desplazar hasta allí en taxi o metro. Alfama es uno de los barrios donde perderse y dormir en Lisboa, sus son pequeños pisos independientes, regentados por particulares. Situado en la ladera que se encuentra entre el Castillo de Sao Jorge y el río Tajo, es el barrio más antiguo de Lisboa y esto se percibe en las fachadas de las casas con la pintura corroída, los azulejos desteñidos y los estrechos callejones donde resuenan las voces como si fuera una casba.
Alfama tuvo su máximo desarrollo bajo el dominio árabe y fue la residencia de nobles y comerciantes, que permanece en los detalles nobles de los antiguos edificios árabes y en las numerosas fuentes ocultas en los patios. Alfama acabó siendo habitada sólo por pescadores y estibadores del puerto que trabajaban en el Tajo, en las laderas de la colina donde se encuentra el barrio. Un enjambre de calles estrechas y tortuosas, de escaleras que conducen a los miradouros, terrazas panorámicas con vistas al Tajo y a la gran cantidad de casas encaramadas una a la otra.Tradicional música portuguesa, punzante y melancólica, una verdadera expresión del alma de Lisboa, se desprende de muchos locales donde suena el fado.
Recomiendo visitar el Museo do Fado, donde se dan a conocer los máximos representantes de este canto tipico como Amalia Rodrigues o Carlos do Carmo. Mi apartamento estaba en la rua Guilherme Braga, numero 14, en el terver piso. Un lugar acogedor, en el que al abrir la ventana te encontrabas un precioso gato que asomaba su cabeza por la ventanilla de la buhardilla. Ese mismo gato lo vería todos los días de mi estancia en Lisboa, siempre en el mismo sitio. El tiempo en esta ciudad corre tranquilo, como de siestas largas. Disfruté desde ese apartamente de presioso atardeceres, me deleitaba con las conversaciones que se oían de mis vecinos, y la música que salía de otras ventanas. Deste la ventana de mi habitación el panorama es espectacular: las casas parecen montarse una sobre la otra y la brisa del océano en el aire trae viejas historias de pescadores y marineros, es la capital europea bañada por el Océano Atlántico, con una luz especial y unos hermosos cielos, azules y límpidos.
Entre las casitas blancas destaca la Iglesia de San Esteban, con el Tajo de fondo. La Iglesia se mantiene cerrada entre semana pero sus campanas resuenan fortemente para la celebración de la misa dominical en domingo. Tuve la fortuna de entrar y gozar de una iglesia maravillosa el día de la Epifanía. Las lecturas invitaban a descubrir que la fe llegaba de Oriente a Occidente y no podía encontarme en un escenario más adecuado, cerca del rio Tajo que se funde con el océano.
Castillo de São Jorge
Dos fuertes terremotos, el de 1531 y el de 1755, dañaron seriamente la estructura que fue gradualmente más y más abandonada. El período de recuperación se inició en los años 40 del siglo pasado, y hoy en día el Castillo de Sao Jorge es una de las principales atracciones de Lisboa, ideal para los que aman pasear entre parques y jardines y quieren disfrutar de una magnífica vista de la ciudad desde sus murallas. decir que es uno de los casstillos más bonitos que he visto. Su ubicación, en la colina más alta de Lisboa, ofrece unas vistas impresionantes de la ciudad y del estuario del río Tajo; no os perdáis un paseo por las murallas para tener una vista de 360 grados.
El Castillo de Sao Jorge es uno de los edificios más antiguos de la ciudad y uno de los sitios más importantes y visitados por los turistas. Dada su ubicación privilegiada, el castillo siempre ha sido un punto clave en las guerras sucedidas a lo largo de los siglos: los primeros asentamientos fortificados se remontan al siglo VI a.C. El castillo fue liberado de la ocupación de los moros en 1147 por el rey Alfonso Enrico con la ayuda de los cruzados, en el episodio que se recuerda como el asedio de Lisboa. Más tarde se convirtió en el Palacio Real pero comenzó a caer en decadencia a partir del siglo XVI, cuando el Palacio se trasladó a la actual Plaza del Comercio.

El arco de la Rua Augusta, proyectada por el arquitecto Santos de Carvalho.
Plaza del Comercio y aledaños
Uno se queda inmediatamente perplejo con la magnificencia de esta plaza y entiende la importancia histórica y comercial que tuvo en los siglos pasados. En el centro se encuentra la estatua ecuestre del Rey José I, realizada en 1775 por el famoso escultor portugués de la época y también conocida por ser la primera estatua dedicada a un Rey en Lisboa. La espléndida Plaza del Comercio ha de ser visitada también de noche, aquí a principios del siglo XVI fue construido el Palacio Real Ribeira, que fue residencia del rey durante unos doscientos años, antes de ser destruido por el terrible terremoto de 1755. Después del terremoto, el Marqués de Pombal, ministro del interior del gobierno de entonces, hizo remodelar y reconstruir completamente la plaza, devolviéndole su merecida posición de prestigio dentro de la ciudad e integrándola en el lujoso barrio de la Baixa.
A la plaza se le cambió el nombre por el de Praca do Comercio, que indicaba su nueva función comercial, ya que se convirtió en el lugar donde los comerciantes negociaban con los productos extranjeros y donde los prestamistas encargaban a los navegadores las expediciones hacia mundos desconocidos. Los tres lados de la plaza están delineados por un edificio tradicional pintado de amarillo que se interrumpe solamente por el Arco da Rua Augusta, ricamente decorado y verdadero portal de entrada al centro de la ciudad.
El Arco también está adornado con un reloj y con estatuas que representan grandes figuras de la historia portuguesa, incluyendo al héroe Viriato, Vasco da Gama y el Marqués de Pombal, artífice de la reconstrucción. Baixa, el barrio bajo Baixa de Lisboa, Vasco da Gama partió precisamente desde Lisboa para su viaje hacia el descubrimiento de las Indias: hoy día una ciudad donde los habitantes de sus excolonias conviven allí, un toque cultural que hace a la ciudad muy especial, un lugar ideal para desconectar y pasar un agradable fin de semana.

Precioso atardecer en la Plaza del comercio, estatua del rey José I. La plaza tiene tal encanto y magnetísmo que si entras en ella no deseas salir.
La plaza del Rossio
Situado en el corazón de Lisboa, este elegante barrio es el centro de la vida diurna de la capital, con sus tiendas de moda, restaurantes, pastelerías tradicionales y los numerosos bares donde se puede disfrutar de una copa de algún licor típico local. La Baixa es el barrio de Lisboa situado entre el río Tajo y Rossio, justo en medio de las colinas sobre las que se encuentran los barrios de Alfama y Bairro Alto. Partiendo del Arco de Rua Augusta, la Baixa se ramifica en una red de rectas y paralelas, con un orden geométrico preciso. Fue el Marqués de Pombal quien decidió que fuera así y el que dirigió su edificación después del terremoto de 1755, haciendo construir todos los edificios según las normas antisísmicas.
La calle principal es la peatonal Rua Augusta, que con el mismo nombre del Arco llega hasta la plaza Rossio, otro centro neurálgico de la ciudad. Aquí tienen su sede muchos bancos y empresas que hacen de la Baixa un importante centro comercial y económico. Una de las mejores atracciones de la Baixa es el Elevador de Santa Justa, ascensor-monumento de estilo neogótico y decorado en hierro, que conduce a la parte superior de una torre desde donde se tiene una vista de 360 grados sobre Lisboa y las colinas circundantes.

Vista desde una ventana de un apartamento en el barrio de Alfama. El clima era suave esos días,
aunuqe eran los primeros días del año.
Torre de Belém
Es uno de los monumentos más representativos de Lisboa y hoy en día es uno de los más visitados por los turistas que llegan a la ciudad. La Torre de Belem en el barrio homónimo Se alza sola contra el mar y contra el cielo azul: es la Torre de Belém, que con su color gris perla resplandece al sol. Desde 1983 también entró a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Este bastión de 30 metros de altura y rodeado de cuatro torretas fue construido con fines defensivos por el rey Juan II, para defender la desembocadura del río Tajo.
La construcción comenzó en 1515, pero el rey murió y la torre fue terminada durante el reinado de su sucesor Manuel I. Por eso se dice que la torre es de estilo ‘manuelino’, que combina elementos góticos y bizantinos. Otra curiosidad concierne a su posición, que con los años ha cambiado: de ser construida sobre el agua, la torre ha pasado a encontrarse casi en la orilla del río, como consecuencia del desplazamiento de la costa y no a causa del terremoto de 1755 , como se creía en el pasado.

Panorama de Santa Lucia en el barrio Alfama, en la última media hora de luz del día.
Monastero dos Jerónimos
El antiguo monasterio fue clasificado Patrimonio de la UNESCO en 1983, junto con la Torre de Belém. El imponente Monasterio dos Jeronimos, en el barrio de Belém, junto al río Tajo, se encuentra uno de los edificios más representativos del estilo mEs este estilo una variación portuguesa del estilo gótico fianal así como del arte luso-morisco, marcado por una sistematización de estílos iconográficos propios, de gran porte simbolizando el poder regio. Este monasterio es uno de los legados más exhuberantes de este estilo manuelino: una suntuosa arquitectura de transición entre el gótico tardío y el estilo renacentista, inspirada por el rey Manuel. La ubicación del Monasterio corresponde con el lugar donde una vez estuvo la iglesia dedicada a la Ermida do Restelo, en la que Vasco da Gama y su tripulación pasaron la noche antes del comienzo del viaje que definió la ruta de las Indias.
El Rey Manuel I quiso construir el Monasterio justo en el mismo sitio para elogiar al gran navegante y el poder del Reino de Portugal. El resultado es magnífico y presenta una mezcla de diferentes estilos bien amalgamados entre sí, aunque reconocibles. El Monasterio alberga las tumbas del rey Manuel y su familia y las de otros reyes que le sucedieron, pero también las tumbas de Vasco da Gama y del poeta Luis de Camoes. En la capilla se encuentra el sepulcro del escritor Fernando Pessoa. Junto con la Torre de Belém y el Monumento a los Descubrimientos, el monasterio ensalza lo que para Portugal fue uno de los períodos históricos más importantes y florecientes, impulsado por las expediciones al nuevomundo.
Photo Monica Morezzi