Una artista con amor por lo esotérico que desafió desde niña las convenciones sociales que la rodeaban. Una pintora todavía desconocida con una obra excepcional. En Palazzo Reale de Milán, una retrospectiva dedicada a explorar el mundo que la habita.
Milán, Italia.

Vivió gran parte de su vida en México pero la artista siempre se nutrió para crear acudiendo a su infancia en Inglaterra. En unas de sus últimas entrevitas cuando le dijeron que hablara de ella empezó así: “Soy Inglesa”. Su infancia estaba poblada de historias mágicas y ésta nunca la abandonó.
Una niña que quería ser libre
Nació en 1917 y fue la única hija entre los cuatro vástagos de Harold Carrington, que era inglés y Marie Moorhead. irlandesa. Se crió en el seno de una acaudalada familia dedicada a la industria textil, en la finca familiar Crookhey Hall, rodeada de animales, especialmente caballos. En 1920 quedó, junto a sus hermanos, bajo la tutela de una institutriz francesa, un instructor de religión y una nana irlandesa, quien la introdujo en el mundo fantástico de las hadas, unos cuentos que tendrían una considerable influencia en su obra, literaria, pictórica y escultórica.
Tras ser expulsada de varias escuelas religiosas (no se adaptaba a las normas que le imponían), fue enviada a un internado en Florencia (Italia) y, posteriormente, a una escuela parisina. Aunque su madre la apoyaba para que siguiera una carrera artística, su padre se oponía, y solo permitió a regañadientes que se trasladara a Londres para ingresar en la Chelsea School of Art en 1935. La artista siempre fue consciente de que si bien el talento era innato, para ser artista hacía falta adquirir una técnica.
“En la época que fui debutante, solía ir a menudo al parque zoológico. Iba tan a menudo que conocía más a los animales que a las chicas de mi edad. Era porque quería huir del mundo, por lo que me hallaba a diario en el zoológico. El animal que mejor llegué a conocer fue una hiena joven. Ella me conocía a mí también. Era muy inteligente. Le enseñé a hablar francés y a cambio ella me enseñó su lenguaje. Así pasamos muchas horas agradables. Mi madre había organizado un baile en mi honor para el primero de mayo. Lo qué sufrí durante noches enteras! Siempre he aborrecido los bailes; sobre todo los que se daban en mi honor”. Es el primer párrafo de su relato La Debutante, escrito por la artista inglesa a los 18 años y nos refleja los pensamientos de una pequeña inquieta quien no se adaptaba a las convenciones sociales.
Desde mi punto de vista, este relato corto nos cuenta lo que será la vida de la artista: una búsqueda de su mundo interior, desafiando a lo que se oponga a ello con el fin de plasmar el mundo que te habita. La infancia estará presente en su creatividad a lo largo de toda su vida. E A la artista tampoco le agradaba el sentimiento de culpa que le transmitían las monjas en el colegio. Es comprensible que si la religión, que es Amor, te deja un poco de pesadumbre, te alejes de ella. Esta idea del relato La Debutante la plasmaría en lenguaje visual en una obra titulada La posada del caballo del Alba, donde realiza un autorretrato, donde aparece la artista con el pelo alborotad, desafiante y una hiena con tres mamas y un caballo blanco galopando como si estuviera volando que se ve desde la ventana. Leonora Carrington siempre se identificó con el caballo, dado que de pequeña practicó la hípica (pertenecía a la buena sociedad inglesa). Un caballo joven, blanco puro, veloz, ágil…que vuela mientras galopa como un pájaro.

Animales y seres fant´sticos furto de su rica imaginación que nunca dejó de cultivar y que empezó a alimentarse con las historias que le contaba su niñera irlandesa.
Una relación apasionada con Ernst
En 1936 ingresó en la academia de Amédée Ozenfant para cursar estudios de dibujo y pintura. En 1937 conoció e inició una relación con el artista alemán Max Ernst. Su padre no aceptó la relación y la repudió. Tras separarse de su esposa, Ernst se estableció con Carrington en Saint-Martin-d’Ardèche en 1938, lo que la acercó a los círculos surrealistas. Al año siguiente expuso junto con los surrealistas en París y Ámsterdam (The Meal of Lord Candlestick, 1938). Leonor Fini dijo de lla que nunca fue surrealista sino revolucionaria. Cuando estalló la segunda guerra mundial tuvo que dejar a Ernst, que lo llevaron a un campo de concentración. la artista dejó escrito en sus memorias lo que sufrió en esos días de separación.
Nunca se encontró cómoda entre el grupo surrealista, pues como mujer adelantada a su época, que no hacía distinción entre hombres o mujeres, sentía que eran machistas, que la mandaban, por ejemplo, a comprar tabaco, o querían que fuera musa. Al respecto ella dijo “No tengo para ser musa de nadie. Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista”. Ella pensaba que cada artista tenía su propio mundo interior y evitaba las etiquetas: “El mundo que pinto no sé si lo invento, yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mí”.

Unos cuadros que no dejan indiferentes, de una artista que poseía talento y técnica. La artista siempre quiso ser libre para crear, no verse encorsetada en férreas concenciones soliales que imperaban en su entorno burgués.
México, el país donde madura como artista
En 1939 viajó por España y Portugal, donde conoció al diplomático mexicano Renato Leduc amigo de Picasso, con quien contrajo matrimonio en 1941 y se trasladó a Nueva York. En 1942 llegaron a México y, tras divorciarse en 1943, conoció a Edward James, mecenas de los surrealistas, quien se convertiría en el principal coleccionista de su obra. Se casó por segunda vez con el fotógrafo Emerico Weisz en 1946. La pareja tuvo dos hijos: Gabriel, poeta, y Pablo, artista surrealista y médico. Fue una madre maravillosa y siempre dijo que el amor por los hijos es el más grande que se podía experimentar. Durante el resto de su vida tranquila y familiar en México, formó parte del movimiento surrealista, desarrollando una destacada trayectoria, y muchas de sus obras famosas se pueden ver en esta fubulosa exposición. En 1963 creó El mundo mágico de los mayas, un extenso mural para el Museo Nacional de Antropología de México.

Ella era muy bella, pero como señala la escritora Elena Poniatowska, no era consciente de ello, lo que la hacía más bella todavía.
Artista total
La trompeta auditiva, su novela más reconocida, fue publicada en 1976. En 1985, tras el terremoto que devastó parte de la ciudad, se estableció temporalmente en Nueva York y posteriormente en Chicago en 1988, regresando finalmente a México en 1991. Durante los años noventa, fue autora de esculturas monumentales en bronce que se exhibieron públicamente en las calles de la Ciudad de México en 2008. Leonora Carrington falleció el 25 de mayo de 2011 en Ciudad de México, México. Tenía mucho mideo a la muerte y le asustaba el paso del tiempo.
No le gustaba morir de ninguna manera pero decía que, si tuviera que hacerlo que fuera a los quinientos años y por evaporación lenta. Nunca perdió su sentido del humor. Un artista que no domestico lo salvaje que ella tenía dentro, porque sino acabaría destruyéndolo. para ella el tiempo que la vida te ofrecía era corto, porque dejaba un granvacío y no permitía satisfacer todas las curiosidades y el conocimient por muchas cosas que pese a la edad, comienzan también a fascinar a los viejos. “Nadie puede con el tiempo”. El tiempo era una idea que tenía a flor de piel, un tiempo que se va, que corre veliz como un caballo y que nadie es capaz de detener. Ella se ha ido pero sus obras quedan. recorriendo las salas de esta exposición percibimos el aliento que la impulsó a vivir, Una vida de artista, mujer y madre.
INFO
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Palazzo Reale Milano
Hasta el 11 de enero 2026
Photo Miriam Lafuente Soler