PROVENÍA DE LA ABSTRACCIÓN DE LOS AÑOS OCHENTA. EN LOS NOVENTA REALIZA UN VIAJE NOCTURNO EN BARCO POR EL RÍO GUADALQUIVIR QUE LE LLEVA A CAMBIAR DE TRAYECTORIA ARTÍSTICA. TRAS ESA EXPERIENCIA, SE FUÉ INTERNANDO EN LOS PAISAJES DE LAS MARÍSMAS. ¿QUÉ SERÍA DE LA VIDA SI NO TUVIERAMOS EL VALOR DE INVENTAR COSAS NUEVAS? (VINCENT VAN GOGH).
Myriam Lafuente Soler, giornalista spagnola (di Alicante), collabora per Agenda Viaggi scrivendo in spagnolo e inglese. Ci racconterà con i suoi articoli, le sue emozioni e i suoi punti vista. Una scelta inedita, che aggiunge un tocco internazionale al nostro magazine online.
Milan, Italy.
CEZANNE CONSTRUCTOR DEL PAISAJE
La escuela de Barbizon (1930-1870), en contraste con la composición idealísta, se caracterizó por la representación realísta. Los artístas se alejan de la ciudad, París, y del sistema, para tener una experiencia directa, a plein air. Se especializan casi con exclusividad en el paisaje y su estudio directo del natural. Toman los apuntes al aire libre, observan lo natural, algo que produce efectos sentimentales en el pintor. Los artístas pertenecientes a esta escuela están ligados al romanticísmo, con un estado de humildad frente a las sugestiones que ofrece lo creado. Los estudios innovadores de esta escuela serán una influencia para los impresionístas, que tendrán como rasgo fundamental el captar la luz, pintar su movimiento, más allá de las formas.
Juan Lacomba es miembro de la de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Doctor en Historia del Arte y autor de libros como Pintura de paisaje y Plein-air en Andalucía (1800-1939). Cezanne, es para Lacomba “El primero que ordena el paisaje” y “construye la imagen”, pues para él el arte es una armonía paralela a la naturaleza, y pintarla no es copiar sino realizar una sensación. La sociedad rechazó a Cezanne, pero él creó sus paisajes imposibles, con estructuras geométricas (inspirador del cubismo). En Cezanne, el cielo no queda al fondo, a veces se une a las casas. Pinceladas anchas, creando mosaicos de color que se superponen para configurar una estructura en la que las nubes se pueden teñir del verde de los árboles (inspirador de los fauvistas). El pintor francés es fuente de inspiración para Lacomba, quien, si pinta un árbol, refleja lo que hay detrás del mismo. Para ambos un arte que no se basa en el sentimiento no es arte.
PINTOR ROMÁNTICO
Lacomba, artísta híbrido, impuro, que proviene del mundo abstracto. El pintor sevillano siempre estuvo interesado por el paisaje, y, sin ningún tipo de prejucio, se siente romántico– El romanticísmo es una corriente que surgió en Alemania a finales del siglo XVIII como contraposición al racionalísmo neoclásico. Los románticos plasman sus viviencias en hechos pictóricos, propugnan el arte onírico y una exaltación de a subjetividad. Descubren paisajes y se sienten atraídos por su aspecto más salvaje y misterioso. Los paisajes de Lacomba reflejan Doñana, y más allá, las marísmas, que es un escenario mas extenso, enigmático, sorprendente, abierto, “universal”, complejo. Se instaló en Pueblas del Río (anteriormente vivía en Carmona), y la marisma es su “lugar de estar en el mundo”. En este entorno el pintor vive experiencias, oye latencias o palpitaciones que plasmará en un lenguaje no verbal, que él mismo expresa así: ” Cosas que veo y las pinto o las pinto y las veo”. El pintor se refleja en su propio trabajo, respondiendo con la pintura. Los colores plasmados en los lienzos de Lacomba atrapan la mirada y conmueven el corazón del ojo que los absorbe. Un color de gran riqueza, obras de arte que comenzaron con el sentir de una emoción.
INMERSIÓN TOTAL EN LAS MARÍSMAS
Si el paisaje se define como “una extensión de terreno vista desde un lugar determinado y considerada como un espectáculo”, esta definición no encajaría en el artísta sevillano, el cual no mira desde un lugar determinado una extensión, sino que se mete de lleno. Para realizar esa inmersión se requiere de un estado mental y de un conocimiento. Rescatar la emoción primera del paisaje y descubrir sus misterios, sus secretos: manantiales, minerales, la erosión del tiempo, montañas, glaciares, fallas. Implicación en un territorio, deambulando por ese mundo telúrico, mágico y lleno de secretos. Juan Lacomba es un receptor, que pinta con el cuerpo, recibiendo todas las sensaciones que la naturaleza le ofrece. Para él, sin motivación no hay acción. Sentir, pensar y actuar, esta sería la secuencia. Motivado por esas sensaciones en las marísmas decidó actuar para revelar, hacer visible su mundo personal a través del color. Se diría que se camufla en el paisaje hasta formar parte de él y ser un elemento más del mismo: un medium o catalizador de lo que encuentra y después proyecta. Una identificación al raso con el territorio.
Tuvo relación con las marísmas desde su infancia pues su padre lo llevaba con frecuencia. A partir del noventa y cuatro se ha preocupado por descifrarla, y tiene su casa allí. “La marísma es enigmática, sorprendente, donde resuelvo preguntas que me he ido formulando. Pararse a observar el paisaje mientras deambulo y siento. Una planta, un insecto, sonidos de grillos, ranas, la orilla, semillas, copas de pinos, la fertilidad, el agua, el viento, aves que pasan, galgos, galápagos, accidentes de la naturaleza, el cambio de estaciones, ver un fruto madurar, horas del día, sensaciones, intuiciones sensuales, experiencias microscópicas y macroscópicos: la búsqueda de lo inefable”. Un artista con un mundo personalísimo, con mucha energía, autenticidad y honestidad, amante de la naturaleza, la cual lee con interioridad: “Allí hay mil teatros, mil dramas”. La naturaleza y su contacto diario con ella lo convierten en hombre sabio, reflexivo, tranquilo, amable, humilde y afable.
DE LO TELÚRICO Y GERMINAL
La marísma es un escenario telúrico horizontal. Lo telúrico, es una palaba recurrente en el artísta cuando nos habla de sus creaciones. Lo vinculado a la tierra, un concepto que se relaciona con la influencia que ejerce el suelo sobre las personas que habitan el él. Juan Lacomba vive instalado en la naturaleza, de la que aprende cada día, se llena de ella. Después plasma con sus pinceles con lo que se ha nutrido, poniendo de ese modo orden a lo que ha sentido. Lo germinal, sería otra de sus palabras fetiches: la parte del grano, semilla o simiente, donde se forma la planta o el primer tallo que brota la planta. Un artísta ha de confiar en sus propias sensaciones, como un verdadero romántico, algo que él mismo considera muy gratificante.
ARTÍSTA DENTRO DE LA PINTURA UNIVERSAL
El artísta andaluz sostiene que necesita tiempo, o tener tiempo para tener tiempo: “Cuando trabajas con los sentidos necesitas tiempo, desposeerte, tener tiempo denso para confiar en tus sentidos. Paladear espacios, estados de luces, la naturaleza va escuchada”. Todo ello en un lugar íntimamente ligado a su esencia: las marísmas de Doñana, junto a la desembocadura del Guadalquivir. “Doñana habla de las dehesas litorales más allá de las marísmas, esta es más extensa, un territorio vasto y universal, abierto, horizontal, donde cielo y tierra se mezclan, y donde es necesario deambular en soledad para enterarse bien del lugar en el que está”. Lacomba penetra en escenarios complejos donde hay que deambular por zonas que nunca invitaron al hábitat debido a que se podían contraer enfermedades endémicas. Para un artísta amante de un territorio, estas inconveniencias no le distraen de su objetivo: “Yo lo veo profundo, telúrico, mágico misterioso. Lugar, espacio creativo y de inspiración”. Para adentrarse en el paisaje el artísta lo hace solo, la soledad para crear la encuentra de vital importancia.
“Me he internado y me he preocupado por descifrarl. Durante veinte años he hecho encuentros con las marísmas, diurnos y nocturnos” (Lacomba). La noche es espectacular: “Te sientes desprovisto, los pueblos más cercanos están a cuarenta kilometros… por la noche no hay polución lumínica, oyes murmullos, sonidos, ves la vía lactea. Ecos de la noche, sonido de ranas, el viento como sopla….todo eso es pintable. Aproximarme a las sensaciones y darle orden en un lenguaje que no es figurativo, dentro de la tradición de la pintura universal” (Lacomba).
BUSCAR LA COMPLICIDAD CON UN POSIBLE ESPECTADOR
Gran admirador del pintor holandés Van Gogh, el cual se jugó todo por la emoción y vivió para el arte. Lo considera un santo, que vivió buscando la verdad con grandes sacrificios que soportó sin queja. Esa búsqueda del Arte, le llevó a perder la cordura. Para Lacomba el pintor hace propuestas, unas acaban en grandes museos y otras no. El arte no convencional no es fácil para nadie, está compuesto de momentos de soledad, la sociedad se distancia del artísta o al contrario, siendo éste un debate hay que saber llevarlo. Quien adquiera una obra suya, se lleve una experiencia que él ha vivido y plasmado con colores. Una experiencia transformada en un hecho pictório, donde la emoción se ha hecho gesto. Las obras de Lacomba son gestuales, sígmicas y atmósfericas, crean un diálogo con el espectador que le lleva a la conmoción al contemplarlo. Lacomba no persigue otra cosa que la complicidad de un posible espectador. “La conciencia de nuestra propia fuerza nos hace modestos”, es la frase de Cezanne que se adapta perfectamente para describir la personalidad artística de Juan Lacomba.